La
chata era la diversión, era la aventura, era el ingenio, era la creatividad que
no sabíamos que teníamos. Desde conseguir los “rulemanes”, pasando por
encontrar los palos necesarios para hacer los ejes delanteros y traseros, como
también encontrar la tabla que iba a servir de plataforma. Todo era conseguir,
y pedir colaboraciones y ayudas porque si no de otra forma no había manera, ni
especialistas ni conque pagarlos. Así que entonces nos arreglábamos como
podíamos o si no mejor nos poníamos a jugar al “chantypiedra” con algunas
baldosas arrancadas en alguna vereda, ya media levantada por las raíces de los
árboles.
Era
en la mayoría de los casos un trabajo de equipo sin saberlo, que luego traía
sus complicaciones y problemáticas, pues éramos un sin número quienes teníamos
derechos adquiridos sobre tal transporte. Por qué yo esto o yo lo otro, todos
los que habíamos participado reclamábamos nuestros derechos.
Y cuando
ya el artilugio estaba fabricado, a escoger la calle en bajada para tirarnos y
luego de dispuesto el orden de uso, los otros vigilaban los cruces, pero lo
complicado venía luego, cuando había que frenarlo o pararlo y mismo cuando un
mal movimiento de las cuerdas que dirigían el eje delantero nos dejaba rodando
por la calle, y había moretones, raspaduras de piernas y brazos, cuando no
algún golpe con la cara y más, pero chito y quieto, no nos quejamos, aguantamos
como puro machotes y no volvíamos a casa hasta que la sangre se había secado y
ya sabíamos cómo disimularlo. Aunque siempre nuestras madres nos descubrían,
para eso son las madres, que canejo…!!!
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